Cuando Jaime siente el olor a césped recién cortado, cierra los ojos y se transporta a su infancia en la finca de El Carmen de Viboral, donde vivió con su familia durante algunos años, entre la primaria y el bachillerato. Para hablar de él como director ejecutivo de Masbosques primero debe hablarse de la importancia que les da a los vínculos en su vida: con los amigos, con la familia, a las alianzas laborales, a la intersectorialidad y, en general, al trabajo por el bienestar colectivo.

Quienes lo conocen aseguran que es una persona muy visual, que le aplica el dicho de que “todo entra por los ojos”. Le gusta el orden, la limpieza, que todo huela rico y se vea bien, tiene un alma de niño que lo dispone a aprender, a descubrir, a disfrutar y a reírse a carcajadas. Isabel Zuluaga, compañera de vida y madre de sus dos hijos, Cristóbal y María Paz, considera que “ser padre es una de sus mejores facetas, se vuelve niño y se pone en horizontal con ellos para jugar y divertirse”.

Es un ingeniero abogado mas no un abogado ingeniero, también es amante de la buena mazamorra. Siempre fue una persona de árboles y animales, amante de los colores de la naturaleza como las flores de los guayacanes o los búcaros. Cuando en 1997 eligió estudiar ingeniería ambiental, lo hizo con la conciencia de que le gustaban la naturaleza y los números, una profesión que entonces era muy nueva en el país y que además representaba el reto de abrirse camino en el mundo de la sostenibilidad ambiental.

Recientemente mientras leía el libro El bosque sagrado de Janna Carioli, descubrió el término “biofilia”, un concepto que nombra lo que siempre le ha generado la naturaleza: una relación de meditación que le llena de paz. Cuidar las distintas formas de vida es una de las grandes cualidades de Jaime Andrés. “Siempre está al servicio de los demás; es amable, escucha, acompaña, ayuda, reconoce y valora lo que el otro hace, siempre está pendiente como se sienten las demás personas para mirar como las puede ayudar, diría que su mayor valor es el servicio, pone sus capacidades, tiempo y esfuerzo al beneficio de los otros”, asegura su esposa.

Su admiración por las flores yace justamente en que son la expresión de un circuito en el que se coopera para la vida y la biodiversidad: a través de las flores la planta expresa la necesidad de ser polinizada para garantizar la supervivencia, un proceso que solo tiene éxito en la medida en que exista una cadena de aves e insectos que dispersen el polen por la tierra. Justamente así, en cooperación, es la vida de Jimmy, como le dicen sus amigos.

Masbosques en su ADN

A Jaime lo apasiona trabajar por el medio ambiente en sus diversas formas, también el trabajo con las comunidades. Isabel nunca lo ha visto levantarse con pereza para ir a trabajar, siempre despierta con el mejor ánimo para hacer su labor. Tanto en su vida personal como en su ejercicio profesional, Jimmy se ha fortalecido al comprender y accionar en consonancia con el propósito de Masbosques: “Siempre he dicho que es mejor tener amigos que dinero, los amigos facilitan la vida, las verdaderas amistades lo ayudan a uno a crecer, a sortear las diferentes dificultades con las cuales podamos encontrarnos en la vida”.

Antes de ser director de Masbosques, lideró la implementación de la política de gestión integral de residuos sólidos municipales como funcionario de Cornare, donde hizo sus prácticas y permaneció cerca de cuatro años. Fue un lugar de conexiones vitales, donde conoció a quienes reconoce hoy como sus mentores profesionales: Óscar Álvarez, Mauricio Dávila, Carlos Mario Zuluaga y Javier Parra. Cuando finalizaba su especialización en Gestión Ambiental en la Universidad de Antioquia, hacia 2007, algunos de ellos le propusieron la dirección de Masbosques, un reto que le cayó como anillo al dedo porque Jaime nunca se vio en un rol de oficina de 8:00 a 5:00 de la tarde, de lunes a viernes. Y de eso ya han pasado 15 años, cuando la corporación tenía apenas dos personas vinculadas.

Los retos no lo asustan, porque cree firmemente en que las decisiones son esenciales para la vida. O bueno, tal vez el único desafío que lo intimida es la cocina, pues se autodescribe como un pésimo cocinero, pero excelente compañía: conversa de lo que usted quiera, lava losa, saca las verduras de la nevera y le pone alegría al momento, pero no cocina. Admira profundamente a quienes preparan el alimento y considera que cocinar para otros es uno de los actos de cariño más grandes. Su labor en Masbosques durante cerca de 20 años ha sido, sobre todo, un camino en el que ha cultivado la confianza, la transparencia, la honestidad, la pasión y el hacer las cosas muy bien, como le enseñaron sus padres. Sus amigos coinciden en la importancia que les da a las relaciones humanas, incluso por encima de lo profesional: antes que jefe, es persona. En su familia le infundieron valores que orientan su día a día: “El servicio, dar más de lo que te piden, hacer todo con cariño, con pasión y con dedicación”.

Y no pudo llegar a un mejor lugar para liderar, pues Masbosques nació fruto de un tejido de relaciones intersectoriales que se han hilado cuidadosamente. Está conformada por muchas organizaciones que son esenciales para salvaguardar y proteger el patrimonio natural, un resultado que solo se logra desde la articulación: “Por eso nuestro propósito es claro y contundente al decir que mediante alianzas protegemos la naturaleza; alianzas con los diferentes sectores: públicos, privados y las comunidades. Esa articulación es vital para la sostenibilidad de los procesos en los territorios”.

Alguna vez sus mentores le aconsejaron que cuidara a Masbosques como si fuera propio, y así lo ha hecho: le duele cada centavo, cada persona, cuida cada proceso. Ese sentimiento de que Masbosques es de todos y entre todos lo hacemos posible es lo que trata de inspirar en los colaboradores que sostienen la vida diaria de la corporación.

Un propósito por la sostenibilidad

Incluso, desde antes de graduarse de la especialización, ya Jaime estaba pensando qué más estudiar. Es un hombre inquieto que disfruta aprender, un gusto que heredó de su papá, quien siempre lo instó a formarse y tenía en su corazón la educación, aunque no hubiera estudiado formalmente. No por nada estudió un segundo pregrado, en Derecho, en la Universidad Católica de Oriente en el 2014.

Años más tarde estudió también una maestría en Sostenibilidad en la Universidad EAFIT, de la cual egresó en febrero de 2025. Jaime recuerda con gratitud el discurso de la rectora durante la graduación, cuando explicó lo privilegiados que son quienes realizan una formación de posgrado en Colombia, pues apenas un 15% de la población puede acceder a ello. También asegura que el estudio no depende de si se hace en la universidad más costosa o de mayor renombre: “A uno no lo define dónde estudia, sino lo que aprende. Por eso creo que uno debe aprender muchas cosas, tanto lo académico como el ser. Y para mí es primordial que una persona sea proactiva, contenta, feliz, con ganas, una persona todoterreno”.

En una escala de 1 a 10, podría decirse que Jaime es un 10 en conservar la ilusión respecto al futuro del planeta Tierra y de la especie humana: “Soy un luchador por las causas y creo que siempre debemos cultivar la esperanza”. Para ello, considera esencial que el ser humano deje de asumirse como superior a la naturaleza y reconozca a las múltiples organizaciones y personas que creen en la posibilidad de un mundo distinto, incluso en medio de los efectos crecientes del cambio climático.

Al respecto, explica que en Colombia esa evidencia se manifiesta con lluvias cada vez más abundantes y frecuentes en algunas regiones, mientras en otras aparece el fenómeno de El Niño con desertificación, sequías, pérdida de recurso hídrico e incendios forestales. En esa complejidad, Jaime insiste: “Ese cuidado no lo podemos hacer solos, lo tenemos que hacer de la mano de todos. Por eso nuestro propósito es proteger el medio ambiente a través de alianzas, y en la medida en que permanezcamos articulados entre las diferentes instituciones, vamos a sacarlo adelante”.

Jaime no puede rendirse. Tiene dos hijos que lo motivan a seguir creyendo y construyendo. Son un motor para aprender a relacionarse con la naturaleza desde la conciencia de su abundancia y no solo cuando hay escasez, que es cuando usualmente se activa la preocupación por la crisis climática. “Al ser un país de abundancia ecológica y que en términos generales no sufrimos por agua, entonces nuestra conciencia se activa solo cuando hay escasez: y ahí sí hay que cuidar el agua, no lavar el carro, ahorrar energía”, afirma.

Pero ¿qué significa activar la conciencia ante la abundancia? Para Jaime implica comprender que es más fácil cuidar un bosque que repararlo después de haberlo talado. La restauración toma 50, unos 100 o incluso 200 años, por lo que la mejor inversión es prevenir su destrucción. Y más aún en un país tan biodiverso como Colombia, considerado el de mayor biodiversidad del planeta en proporción a su territorio. Porque la biodiversidad no es solo un titular o un discurso de riqueza, sino nuestro seguro de vida frente al cambio climático, si lo destruimos perdemos también nuestra capacidad de adaptarnos y sostenernos en el tiempo.

El sueño de la ruralidad

Jaime no solo es un amante de la naturaleza, sino del campo en su composición geográfica, su gente, sus costumbres generosas, su deseo de tranquilidad. Recuerda la pandemia mientras conversa y afirma que los campesinos al fin fueron vistos como los superhéroes que son, son ellos quienes sostienen la riqueza biodiversa del país, su trabajo diario hace posible que tengamos alimentos en nuestras mesas tanto en el campo como en la ciudad, son el sostén de la seguridad alimentaria de Colombia; protegen las quebradas que atraviesan sus fincas, siembran huertos familiares con las cuales conservan una enorme diversidad de plantas, transmiten generosamente sus saberes sobre semillas nativas y, cuando deciden conservar un bosque en lugar de talarlo, le aportan a la resiliencia del país frente a la crisis climática: “Nos ayudan a todos”.

A pesar de ello, los campesinos son una de las poblaciones menos resilientes a cambios económicos, sociales o climáticos, y por ende muy vulnerables ante cualquier tipo de cambio, como se describe en los Objetivos de Desarrollo Sostenible 1, 2 y 13, sobre el fin de la pobreza, el hambre cero y la acción por el clima, respectivamente. Al respecto, Jaime tiene claro que Colombia es un país netamente desigual, con una brecha amplia en el acceso y garantía de derechos entre lo urbano y lo rural; sobre todo porque en su rol como director de Masbosques ha podido conocer a fondo el país y da fe de que la ruralidad está totalmente descuidada: “En Masbosques conocemos comunidades que nos demuestran que, dándole alternativa al campo, ellos se quieren quedar en su territorio. Por eso nuestra labor con Banc02 y los esquemas de pago por servicios ambientales, es devolverle una esperanza a la ruralidad, un pequeño aporte, un granito de arena para esas necesidades insatisfechas que tienen nuestras comunidades rurales”.

Insta a cada persona a la que conoce a volcar las miradas y acciones a ser más equitativos con los campesinos, con la ruralidad. Su sueño es “un país donde reconozcamos el trabajo de los campesinos, que seamos más conscientes de pagar el precio justo, que los consumidores finales seamos conscientes del trabajo que hay en una papa, en una yuca, en un maíz, en un frijol; donde los pelados vuelvan al campo y vean en el campo esperanza.”

Liderar desde el movimiento y el ejemplo

Los ciclos de movimiento hacen parte esencial de la salud de los ecosistemas, así como en la naturaleza de Jaime la actividad física juega un papel esencial para su equilibrio. El fútbol lo engoma desde “pelao”, como dice él al recordar sus años de colegio y juventud, e incluso hoy día le permite despejar la mente. También montar bicicleta y más recientemente trotar. A comienzos de 2025 vivió un hito que marcó un antes y un después en su vida: después de una travesía en bicicleta de dos días y más de 100 kilómetros en Doradal, se replanteó sus metas personales y tomó decisiones. Gracias a un momento de frustración conectó con el running, motivado por la pasión de tres compañeras de trabajo en Masbosques en una charla casual de oficina.

Fue así, como lo que inició con una conversación sobre altimetría y técnicas de respiración, se convirtió en un movimiento hacia adentro, donde aprende paso a paso mientras corre. Descubrió, por ejemplo, que es disciplinado, metódico y constante en las metas que se propone. Aprendió a respirar, a no depender de herramientas o de una ruta para hacer posible su propósito. En junio de 2025 logró correr sus primeros 10 km en la Ecosunrun, una carrera con el propósito de correr por el páramo, ese ecosistema que en Masbosques protegen con tanta convicción. Su siguiente meta es terminar la Maratón Siete Colores en San Andrés, en noviembre de 2025, junto a un equipo que correrá bajo el nombre de Masbosques.

Sin duda, el ejemplo es la mejor manera que Jaime ha encontrado para liderar: “Cuando uno se mueve, cambia la forma de ver el mundo. Y cuando uno cambia, también transforma cómo lidera, cómo vive, cómo ama”. No es extraño que este proceso haya tocado profundamente su vida personal: lo ha animado a desconectarse del trabajo, algo que siempre le cuesta. Corre a veces a las 4 de la mañana antes de iniciar la jornada y otras al finalizarla, pero siempre al final ha valido la pena.

Alejandro Rivera, colaborador en Masbosques y compañero de running, asegura que “tanto en el running como en lo laboral, Jaime es retador: le gusta exigirse y prepararse para ello”. Tal cual lo percibe su esposa, quien asegura que con Jaime Andrés le ha enseñado a no rendirse, a tener paciencia y a disfrutar los pequeños triunfos. Por su parte, su colega y amiga Lis Henao, recuerda que nunca le ha escuchado la palabra pereza: “Siempre está dispuesto a hacer lo que haya que hacer, a trabajar horas extras, a asumir grandes jornadas. En la montaña es resistente y, aunque no lo parezca a simple vista, es ‘pa’ las que sea’”. 

Juntos y revueltos

En su trayectoria, Jaime ha comprendido que cuidar la naturaleza requiere del compromiso conjunto de todos los sectores. Por eso ha promovido una alianza sólida entre el sector público, el privado y las organizaciones sociales: “Hemos venido construyendo lazos de amistad, de trabajo colaborativo y de articulación a mediano y largo plazo que nos permitan estar en los territorios, ser más equitativos y también generar riqueza para las empresas”. Para Jimmy, una empresa solo tiene sentido en un territorio donde exista equidad, y esa equidad comienza cuando las comunidades hacen parte activa del proceso.

Para su amiga, Liseth Henao: “Jaime es una persona que confía en los demás y cree que el mundo es bueno, así como las personas que lo habitan. Se caracteriza por su amabilidad,

no es solo un rasgo, sino una actitud y una disposición constante para construir relaciones”. Su mirada trasnversal combina la innovación con la empatía, siempre en búsqueda de crear, facilitar y abrir caminos para que más comunidades encuentren en la conservación una oportunidad de desarrollo.

Hoy, Jaime Andrés proyecta para Masbosques un futuro más allá del ámbito nacional, sueña con llevarlo al escenario internacional y consolidar alianzas que amplíen el impacto de los esquemas de pago por servicios ambientales. Tiene claro que su trabajo solo tiene sentido junto a las personas que creen, aportan y comparten propósito.

Su esencia está en el servicio y en reconocer en los otros una fuente constante de inspiración para ser su mejor versión. Lidera desde el cuidado y la empatía; escucha, acompaña y valora a quienes lo rodean, convencido de que los vínculos humanos son la base de toda transformación duradera. Vive la paternidad con la misma entrega con la que asume su trabajo: con ternura, presencia y compromiso. En el fondo, ha hecho de su vida un camino consciente para dejar una huella honesta y coherente en quienes lo acompañan y en quienes aún están por llegar.