La cosmogonía de los pueblos indígenas: un vínculo sagrado con el planeta 

Ago 16, 2024 | Comunidades, Destacado

Los pueblos indígenas han construido un modo de vida que va más allá de la forma en que se relacionan con su entorno natural, se asumen como parte de un todo, sin que haya lugar a alguna noción de superioridad o privilegio. Su cosmogonía permite comprender que no se trata de poner los recursos naturales al servicio de la humanidad, sino de procurar el cuidado y el equilibrio de ese contexto sagrado.

Esta óptica también atraviesa la pregunta por el origen del mundo. Lejos de las miradas religiosas, científicas y astrológicas, los pueblos indígenas han creado perspectivas diferentes, que se unen en un mismo punto: tener a la naturaleza como el centro de todo.  

Siembra conciencia ambiental
El agua es el origen

La cosmogonía de los pueblos originarios permite entender que en la nada, antes de que existiera lo conocido, ya estaba el agua, ese elemento creador y fundamental para lo que vendría después. Tal es su importancia que se le percibe como un papel maternal, dador de vida, originario.  

“No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaba el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo”, así se describe ese punto original en Popol Vuh, un amplio tratado que sintetiza la cosmogonía indígena de los pueblos de Guatemala. 

Después vendrían todos los elementos que hoy son parte fundamental de los ecosistemas: los animales, el sol, los árboles y por supuesto, el hombre. Guiados por la necesidad de mantener el equilibrio y procurar el respeto a ese lugar al que llegamos a habitar, se creó un compendio de normas para todas las actividades que involucraban al entorno natural: la caza, el fuego, la pesca, la recolección de frutos, la tala de árboles, entre otros. Asimismo, encontraron relación entre diferentes fenómenos como las tormentas, sequías, inundaciones o terremotos, con la furia de la naturaleza. 

Esta visión mítica, que es parte fundamental de nuestro patrimonio cultura e inmaterial, refleja el absoluto respeto que tienen los pueblos originarios por todo aquello que los rodea y les permite subsistir y se opone radicalmente a la visión de la modernidad capitalista de asumir que los recursos naturales son una fuente inagotable.  

En este sentido, no solo se trata de cuidar y respetar lo que está cerca, sino de entender que todo está conectado, es decir, que cada elemento es parte de un gran universo y que existe una interdependencia que se debe respetar para mantener un equilibrio. 

Múltiples visiones que confluyen en el origen

En Colombia habitan cerca de 87 pueblos indígenas, distribuidos en 710 resguardos ubicados a lo largo de 27 departamentos del país, de acuerdo con ACNUR. A pesar de los grandes desafíos y problemáticas sociales, políticas y económicas, que no solo amenazan su autonomía, sino también su vida y subsistencia, su vínculo naturaleza-cultura y sus dinámicas de construcción de identidad cultural, siguen siendo un bastión. 

Pueblos como los puinave, los pastos, los muiscas y los wayúu, tienen una valiosa cosmogonía. Por su parte, el pueblo puinave, que habita en los departamentos de Guainía, Guaviare y Vichada, le atribuyen el origen del universo a Guarirom,  el hermano mayor de cuatro hermanos, a quien se le atribuye la creación del cielo, el sol, la luna, las estrellas, luego, los ríos, los caños, los peces y las aves y por último, les dio vida a las personas. Posteriormente, separó las nubes para que saliera el sol y creó el yagé, una bebida medicinal que profundiza esa conexión sagrada con la naturaleza.  

Por su parte, la cosmogonía muisca, un pueblo indígena que vive en la región cundiboyacense de Colombia, le atribuye el origen de todo lo existente a Bachué, una mujer que salió de una laguna junto con un niño de tres años. Después de que el pequeño creciera, se volvieron pareja, tuvieron hijos y poblaron el mundo. Finalmente se sumergieron en la misma laguna.  

Al norte de Colombia, en La Guajira, están los wayúu, el pueblo indígena más grande del país, quienes surgieron después de que el primer espíritu dividiera la tierra entre sus descendientes y le entregara a La Guajira una hija. Después de ver que todo estaba rodeado por el mar, decidió añadirle la tierra. Esta hija se casó con Menshi, El Tiempo y de ahí se crearon nuevos encuentros que confluyeron en la creación de las lluvias, la primavera y el viento. 

Cada relato contiene una visión originaria, supremamente valiosa y fundamental para explicar el profundo respeto que tienen por la naturaleza. Sin duda, entender de dónde venimos, comprender que todo lo que nos rodea no es inferior a nosotros, sino que somos nosotros quienes estamos a su servicio, nos ayuda a entender ese vínculo sagrado entre los pueblos indígenas y la naturaleza. 

Hoy, entre las principales amenazas que afrontan estas comunidades, se encuentra la pérdida de sus creencias por los procesos de expansión, la llegada de nuevos preceptos y el desplazamiento. El reto está en evitar cualquier tipo de apropiación cultural y entender que nuestro llamado a coexistir no solo tiene que ver con nuestro patrimonio natural, sino con las múltiples culturas que habitan nuestro territorio. 

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