En Colombia, la Ley del Árbol es una invitación a mirar la vida desde su origen más simple y a la vez complejo. La Ley 2173 de 2021, junto con su reglamentación mediante la Resolución 1491 de 2025, plantea un camino concreto para restaurar ecosistemas degradados a través de la creación de Áreas de Vida, espacios donde el Estado, las empresas y la ciudadanía se comprometen a proteger y reconstruir las condiciones ecológicas que sostienen la existencia. Porque un planeta que pierde bosques es un planeta que pierde equilibrio, y cuando el equilibrio se rompe, se desordena el clima, la salud, la economía, las relaciones humanas.

En muchas culturas, los árboles han sido entendidos como símbolos que conectan la vida humana con el orden espiritual. En la tradición maya, la ceiba (Ceiba pentandra) conocida como yaxché es considerada el árbol del mundo, un eje que une el inframundo, la tierra y el cielo, como lo describe el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de México (INPI). En África occidental, el pueblo Igbo reconoce al Iroko (Milicia excelsa) como un árbol sagrado asociado a la fuerza, la longevidad y la conexión con los ancestros (Okeke, 2021). En la mitología celta, el roble forma parte del Crann Bethadh o árbol de la vida, que representa la interdependencia entre los mundos espiritual, terrenal y subterráneo, de acuerdo con la literatura histórico-mitológica celta. Y en Japón, el término shinrin-yoku (baño de bosque) expresa la idea de que caminar entre árboles es una práctica de salud física y emocional.
Y es que, en diferentes territorios los árboles, además de organismos vegetales, han sido estructuras culturales fundamentales para explicar el origen y equilibrio del mundo. Desde una mirada científica, la ciencia ha demostrado el papel de los árboles en la biósfera. Los estudios de fisiología vegetal (Pérez-Urria Carril, 2009) explican que cada hoja de un árbol funciona como un laboratorio natural donde ocurre la fotosíntesis, un proceso que inicia al capturar la energía luminosa y convertirla en compuestos orgánicos esenciales. Allí, pigmentos como la clorofila absorben fotones y desencadenan reacciones bioquímicas que transforman CO₂ en carbohidratos y liberan oxígeno, un elemento químico esencial para la respiración celular y, por ende, el alimento de las células para poder funcionar. A través de la fotosíntesis, los árboles capturan dióxido de carbono y lo transforman en carbohidratos que constituyen su biomasa, liberando al mismo tiempo oxígeno.

Como escribieron los investigadores Barbosa Vega y Rozo Clavijo (2017), es “el momento en que la energía cuántica de la luz despierta la química de la vida”. Este proceso bioquímico, contribuye directamente a la regulación de la composición del aire y al equilibrio del clima, lo que significa que los árboles no son solo parte del paisaje, un paisaje para contemplar, sino componentes esenciales de un sistema que hace posible la existencia humana.
El impacto de la pérdida de árboles sobre el clima y la salud planetaria también se advierte en la literatura científica y, sobre todo, en los hechos que presenciamos a diario. La degradación de ecosistemas forestales altera la regulación climática, reduce la capacidad de almacenamiento de carbono y agrava la vulnerabilidad social frente a eventos extremos. Esta relación directa entre árboles, clima y bienestar humano es precisamente la que la Ley del Árbol busca atender y sobre la cual se hace un llamado a la sociedad en su conjunto.
Un barrio arbolado tiene temperaturas más bajas, menos ruido, mejor calidad del aire y rutas peatonales más seguras y agradables. En zonas rurales, los árboles protegen los nacimientos de agua, dan sombra al ganado, sostienen la fertilidad del suelo y reducen el desgaste físico del trabajo diario. En las ciudades, disminuyen el estrés, suavizan el paisaje gris y ofrecen un respiro en medio del ritmo acelerado. La salud de los árboles no es una cuestión remota o ecológica: se siente en el cuerpo, en la respiración, en el bienestar y en la forma en que construimos comunidad.
La Ley del Árbol, precisamente, promueve la siembra de árboles para propiciar la restauración ecológica, y aportar a restablecer esos procesos ecológicos que los árboles soportan Es por esto por lo que las Áreas de Vida son la columna vertebral de su implementación. Acorde con la Ley 2173 del 2021, las empresas deben sembrar mínimo dos árboles por cada uno de sus empleados, anualmente, con plántulas que provengan de viveros registrados debidamente ante el ICA. Estas áreas buscan aportar conectividad ecológica, recuperar suelos degradados y favorecer procesos ecosistémicos como la captura de carbono, la regulación hídrica y el retorno de la biodiversidad a los territorios. Para garantizar que la restauración sea efectiva, la autoridad ambiental debe definir los criterios técnicos para seleccionar especies nativas, asegurar la calidad del material vegetal y establecer planes de mantenimiento y monitoreo. Los municipios deben identificar y delimitar las Áreas de Vida, reportarlas y articular la participación social en los pilares que le dan sostenibilidad a la apuesta.
Por su parte, para una empresa cumplir con la Ley del Árbol debe implicarse en un proceso estructurado que comienza con la revisión técnica de las Áreas de Vida priorizadas por el municipio y la autoridad ambiental. Después debe formular un programa de siembra que respete especies nativas, densidades, distancias y condiciones del suelo. La empresa debe financiar no solo la plantación sino el mantenimiento por dos años, lo cual incluye deshierbes, tutores, reposición de plántulas y monitoreo semestral. Finalmente, debe reportar todos los avances al municipio y al Ministerio de Ambiente. Participar en la Ley no es un acto puntual: es un ciclo completo de restauración acompañada.

En este proceso, los árboles no son plantaciones aisladas, las Áreas de Vida enmarcadas en la Ley del Árbol, son sobre todo una acción de corresponsabilidad territorial. Al restaurar con especies nativas se reconstruyen ciclos ecológicos como la regulación de la
infiltración de agua, formación de suelo, regulación térmica, refugio de fauna y estabilidad atmosférica. Es decir, restaurar no es solo plantar, sino reactivar las condiciones que hacen posible la energía motora de los ecosistemas.
Si los bosques pudieran hablar, nos contarían lo que se siente que cada molécula de oxígeno que llega a nuestros pulmones empiece como un fotón capturado por una hoja; que cada sombra que regula la temperatura urbana nazca del trabajo continuo de células vegetales especializadas; que cada árbol sembrado bajo la Ley del Árbol es una posibilidad real de recuperar funciones ecosistémicas perdidas, en una apuesta por el bienestar colectivo.
La Ley del Árbol propone un nuevo pacto entre sociedad y naturaleza: uno basado en evidencia científica, responsabilidad compartida y restauración como una posibilidad cercana de sanar. Sembrar y sostener árboles nativos en las llamadas Áreas de Vida, además de ser un mandato legal es un acto de salud pública, una acción climática y una decisión ética. Mientras los árboles sigan transformando la luz en vida, tendremos la oportunidad de reconstruir los territorios y garantizar bienestar para las generaciones que vienen. Y en este camino, Masbosques aporta soluciones técnicas y operativas en cada una de estas fases, garantizando cumplimiento normativo y sostenibilidad ambiental donde se articulen todas las partes.
La Ley del Árbol, es un puente que conecta la química íntima de la luz con las responsabilidades humanas. Nos recuerda que la restauración no es un favor al planeta, sino una condición para la continuidad de nuestra propia especie.
Referencias
Barbosa Vega, M. X. & Rozo Clavijo, M. (2017). La fotosíntesis: una mirada a nivel molecular. Revista Científica, 27, 51-59. Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/5043/504376010007.pdf
· Pérez-Urria Carril, E. (2009). Fotosíntesis: aspectos básicos. REDUCA (Biología). Serie Fisiología Vegetal, 2(3), 1–47. Recuperado de https://eprints.ucm.es/9233/1/Fisiologia_Vegetal_Aspectos_basicos.pdf_
· República de Colombia. (2021, 30 de diciembre). Ley 2173 de 2021, por medio de la cual se promueve la restauración ecológica mediante la siembra de árboles y la creación de Áreas de Vida. Diario Oficial. https://sidn.ramajudicial.gov.co/SIDN/NORMATIVA/TEXTOS_COMPLETOS/7_LEYES/LEYES%202021/Ley%202173%20de%202021%20%28Compromiso%20Ambiental%29.pdf
· Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. (2025, 17 de octubre). Resolución 1491 de 2025, por medio de la cual se reglamenta la Ley 2173 de 2021. https://www.minambiente.gov.co/documento-normativa/resolucion-1491-de-2025/
· Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. (2025, 22 de octubre). Minambiente reglamenta Ley de Áreas de Vida para fortalecer restauración ecológica en Colombia [Comunicado de prensa]. https://www.minambiente.gov.co/minambiente-reglamenta-ley-de-areas-de-vida-para-fortalecer-restauracion-ecologica-en-colombia/
· Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI). (2022). Yaaxché: Ceiba. Mitos y leyendas del árbol sagrado del pueblo maya. Gobierno de México. https://www.gob.mx/inpi/articulos/yaaxche-ceiba-mitos-y-leyendas-del-arbol-sagrado-del-pueblo-maya-libro-electronico · Holatulum. (s. f.). El árbol de Yaxché. https://www.holatulum.com/el-arbol-de-yaxche/
· Okeke, V. C. (2021). Igbo traditional religious symbols and their cultural meanings. Journal of African Studies and Sustainable Development. https://www.acjol.org/index.php/jassd/article/download/1882/1860
· Otravelandtour. (s. f.). The sacred Iroko tree – Igbo legends of nature’s power. https://outravelandtour.com/the-sacred-iroko-tree-igbo-legends-of-natures-power/
· Learn Religions. (2021). Ogham Symbol Gallery: Duir (Oak). https://www.learnreligions.com/ogham-symbol-gallery-4123029
· Mundo Mitológico. (s. f.). Crann Bethadh – Árbol de la vida celta. https://www.mundomitologico.org/arbol-de-la-vida/
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